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jueves, marzo 28, 2024
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Fomentar limosneros o levantar la dignidad de nuestro pueblo

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Por: Ramón Antonio Veras. 

 Los males sociales son terrenales y sistémicos  

El ciudadano o la ciudadana desapasionada, íntegra y abrazada a lo justo, no tiene que hacer el mayor esfuerzo para comprobar el drama humano que está a su vista en nuestro país.

No hay que estar dotado de gran sabiduría para saber que aquí padecemos de alta mortalidad pre y posnatal; sin garantía de empleo y de alimentación; falta de techo, deficientes servicios de salud y de educación; inseguridad personal y de bienes, frágil institucionalidad; no protección de los recursos naturales ni del medio ambiente; menguada la soberanía e independencia nacional y notoria degradación ética y moral.

Los males sociales antes indicados, no fueron enviados como castigo celestial a la mayoría del conjunto de las personas que habitan en el territorio nacional dominicano. Las dificultades para vivir dignamente no nos llegaron desde el cielo, sino por la existencia en la tierra de un orden social y económico injusto, que beneficia a una minoría.

La pobreza que con dureza golpea a la mayoría de nuestros connacionales, no tiene nada de divina, ni de diabólica. Entonces, porque es una cuestión terrenal, debemos resolverla aquí en la tierra.

Aquellos que aquí diariamente gozan una opípara y suculenta comida, tienen una existencia diferente a los que carecen de lo indispensable para seguir viviendo. Ante semejante situación, estamos en la disyuntiva de que todo siga igual, o cambiamos esta nada humana realidad.

La fracción de la población dominicana que lleva una vida placentera y motiva la desgracia de nuestro pueblo, es la que se  mantiene opuesta a todo lo que significa cambiar la presente situación calamitosa.

La oposición a la renovación de la sociedad injusta es muy propia de los sectores sociales que viven a costa de la mendicidad en que se encuentran las grandes mayorías nacionales.

Proceder a usar la razón para juzgar las condiciones inhumanas que sufren los pobres, no está en la tendencia política que aquí desde siempre se ha apoderado de los resortes del poder del Estado, y los utiliza en forma vehemente, irrazonable y despótica.

Lo que se llama pueblo dominicano nunca ha estado en el pensamiento de los que alegremente han disfrutado de las mieles del poder.  Siempre se han comportado desentendidos de lo que es de interés para los marginados de la sociedad.

Los grupos políticos que representan y defienden los intereses de las minorías, no disimulan sus sentimientos a la hora de tomar decisiones, probando así que su único objetivo es, por medio del Estado, pasarla bien, aunque los oprimidos permanezcan bajo estado de tristeza.

Hablar de modificar el modelo económico vigente, es algo así como una profanación a los que se benefician de la desigualdad, la cual es venerada por los aprovechados queconsideran impíos a los que plantean cambios sociales verdaderos.

En el medio social dominicano, no todos los grupos humanos están disgustados con el actual modelo bajo el cual está organizada la sociedad. Hay toda una minoría que experimenta satisfacción y siente alegría por continuar como hasta hoy.

Los aprovechados del poder no están solos. Ellos cuentan con todos los mecanismos que hacen posible la dominación que se mueve alrededor del sistema.

El estado de calamidad que se encuentra la mayoría del pueblo dominicano, no es fácil darle solución, por la influencia negativa que ejercen grupos despiadados por medio de la politiquería.

Las mujeres y los hombres comprometidos con la brega social, deben accionar para eliminar las trabas que impiden   a los marginados de la sociedad quitarse de la nuca el yugo que les han impuesto sus enemigos tradicionales.

Las fuerzas coercitivas y los plumíferos que, a cambio de recibir piltrafas sienten placer haciendo labor ideológica, inclinan la cerviz para reverenciar el orden establecido que hace posible que la generalidad de los dominicanos y las dominicanas permanezcan en estado de permanente indigencia.

Ideas finales. 

En el país nuestro hay un sector de la sociedad que siente que está viviendo en un lugar delicioso, que le fue asignado desde el cielo por sus dioses para que lo goce como un sitio paradisiaco.

Pero  junto a ese grupo minúsculo que se cree estar bendecido, está la gran mayoría de nuestro pueblo, para la cual el ambiente nacional es un lugar de castigo, un infierno.

Ante esta desemejanza de vida de placeres para unos, y de dolor para otros, se impone una solución humanista y no de crueldad.

Para los insensibles que gozan de los beneficios que posibilita el poder político y social, las dificultades que padecen los pobres del país se solucionan manteniéndoles las limosnas por medio de los programas sociales, aunque cada día el modelo económico genera más y más pordioseros.

La disyuntiva que se le presenta a las ciudadanas y a los ciudadanos dominicanos sensibles,  es la de aceptar que continuemos con la cultura de limosnear, o levantamos la dignidad de nuestro pueblo mediante la renovación de la sociedad.

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