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Los militares en el proceso venezolano

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Por: Ramón Antonio Veras.

 Los enemigos de los pueblos siempre razonan partiendo de lo que es su particular conveniencia; procuran someter sus razonamientos para que se ajusten a lo que es de su interés, sin importar que se relacionen con las leyes que rigen la naturaleza o la sociedad humana. Para ellos no existen los cambios positivos; su creencia es que todo permanece invariable.

Es vivir en el pasado anidar la falsa creencia de que los seres humanos piensan igual en todas las épocas y sin importar el lugar que ocupen entre las diferentes clases y capas sociales. Las personas entienden los fenómenos sociales y reaccionan atendiendo a factores clasistas, ideológicos y del desarrollo de las fuerzas productivas.

He decidido abordar el tema de los militares tomando en consideración que en la presente crisis venezolana han desempeñado un papel sumamente importante los hombres y las mujeres de uniformes que, no obstante los reiterados llamados que les han hecho los adversarios nacionales y extranjeros de la Revolución Bolivariana, para que se pasen al lado enemigo, se han mantenido leales al proceso revolucionario iniciado por el comandante Hugo Chávez.

 Aquel que participa en política cae en total ignorancia si desconoce el papel que siempre han desempeñado los militares. Partiendo de que “en la historia del ejército se resume con sorprendente claridad toda la historia de la sociedad civil”, se admite que en los periodos revolucionarios el ejército no permanece aislado de las corrientes sociales progresistas, y a veces puede ser, incluso, su portador. La suerte de los movimientos liberadores depende sobremanera de la oportunidad que los revolucionarios desenmascaren los planes de los militares reaccionarios y rechacen sus pretensiones usurpadoras, atrayéndose al lado de las fuerzas progresistas a cuento hay en el ejército de honrado y patriota.

 En América Latina y el Caribe los militares tienen tradición de lucha democrática. Siqueira Campos, en Brasil, en 1922 encabezó el movimiento que se conoce con el nombre de la Insurrección de los Tenientes. También en Brasil, Luis Carlos Prestes, militar y político brasileño, líder de la Alianza Nacional Liberadora, conocido como el caballero de la esperanza, fue el creador de la famosa “Columna Prestes”.

Cesar Augusto Sandino, en Nicaragua, formó parte del Ejercito Liberal Constitucionalista, en el cual alcanzó éxitos en varios combates, llegando sus tropas a ser conocidas como la Columna Segoviana, y enfrentó luego a las tropas interventoras norteamericanas, lo que le ganó la identificación del General de Hombres Libres.  En Bolivia, el general David Toro, en 1936 y el coronel German Busch, 1939, tomaron  medidas de amplio contenido democrático.

El desarrollo de los procesos sociales que se han efectuado en Latinoamérica y el Caribe después del triunfo de la Revolución Cubana han ejercido influencia en los militares, incidencia que se ha extendido hasta ahora, lo que prueba que la elevación de la lucha de las fuerzas progresistas motivan a los ejércitos en sentido positivo.  En el año 1958 Wolfgang Enrique Larrazábal Ugueto, vicealmirante de la Armada de Venezuela, presidió la Junta de Gobierno, luego del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez.

 En nuestro país, en 1965, Rafael Fernández Domínguez, Francisco Alberto Caamaño y decenas de militares, se pusieron al frente del movimiento constitucionalista y sobresalieron en la Guerra Patria. En Panamá, Omar Torrijos, desde 1968, libró una lucha firme por la recuperación de la soberanía nacional sobre el canal la que culminó con la firma de los Tratados Torrijos Carter. En el Perú, Juan Velasco Alvarado, el 3 de octubre de1968, dio inicio a un movimiento de amplio contenido democrático.

El general Juan José Torres, en Bolivia, en octubre de 1970, refutando el papel que los militares bolivianos habían tenido contra el pueblo, se levantó y  expuso estas ideas “Las fuerzas armadas no tienen por qué ser tipificadas como puestas exclusivamente para reprimir el fenómeno político del comunismo internacional, sino fundamentalmente como cooperadoras y agentes eficientes de la batalla contra las manifestaciones del subdesarrollo económico”.

Ante la influencia que el pensamiento de posiciones avanzadas  ejercieron en los militares de la región con posterioridad a la Revolución Cubana, los ideólogos del imperio elaboraron planes para contrarrestarlas. La RAND Corporation, en 1962 publicó una serie de trabajos sobre La función de la clase militar en los países subdesarrollados. Varios especialistas destacados en ciencias sociales, sobre todo John J. Johnson, de la Stanford University, y Morris Janowitz, de la universidad de Chicago, prosiguieron el trabajo sobre este tema, hasta que en 1964 el Centro para la Investigación de Sistemas Sociales se hizo cargo del mismo.

Los Estados Unidos consideraron que sus intereses estarían mejor protegidos fomentando gobiernos militares, y es así como impusieron en Guatemala en agosto de 1963, el golpe de Estado del coronel Enrique Peralta contra Ydígoras Fuentes. Siguiendo la misma línea, en nuestro país, el 25 de septiembre de 1963 fue ejecutado el golpe contra Juan Bosch. En Honduras, el 13 de octubre de 1963 se llevó a cabo el golpe a Ramón Villedas Morales, por un grupo de militares. El 31 de marzo de 1964, en Brasil se practicó el golpe de Estado contra Joao Goulart. En Argentina, el 28 de junio d e1966, se llevó a cabo por un grupo de militares el golpe de Estado a Arturo Ilia, obra del Coronel Juan C. Ongania. En Chile, el 11 de septiembre de 1973, el golpe de Estado facista fue contra Salvador Allende, dirigido por Augusto Pinochet. En Uruguay, en 1976, las fuerzas armadas sacan del poder a Juan María Bordaberry y colocan a Aparicio Méndez. En Honduras,  el 7 de agosto de 1978 el puchismo militar fue materializado  contra Melgas Castro, por obra del coronel Policarpo García.

 Los instructores norteamericanos en las escuelas que funcionaban con los nombres de Escuela de las Américas; Academia Interamericana de las Fuerzas Aéreas, Escuela de Defensa Interamericana y Escuela de los Tres Ejércitos de los Estados Unidos, se preocuparon por manipular los cerebros de los oficiales nativos, hasta el punto de que David Fairchild, que ostentó el cargo de oficial ayudante del programa en la misión de AID en Santo Domingo, desde el mes de abril de1966 a septiembre de 1967, manifestó en el curso de una entrevista “que los militares dominicanos no hacen más que esperar que MAAG les diga qué deben hacer, y el presidente de la República Dominicana tiene menos poder sobre los militares del país que Military Assistance Advisory Groups (MAAG); la misión de 75 hombres de MAAG vive, come y duerme con los militares dominicanos”

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